Habiéndose perdido la pista mútua hablaban a través de pentagramas.
Relataban sus historias de cemento y polvo, al fín y al cabo todo se reduce a eso, a polvo.
El curso de ambas vidas había salido de aquella curva, cambiando su rumbo, y marchándose a la velocidad de la luz, imperceptible.
La magia movía sus dedos a la luz del fuego, al son de la cuerda del piano, como si ello fuera a despegarle las cortezas que rodeaban su cuerpo, como si hiciera desaparecer la marioneta en que se había convertido.
Escala arriba, escala abajo, susurraba corcheas entre sus labios resquebrajados por el frío que la envolvía, para darse cuenta finalmente, que nadie conseguía oirla. Se quedaba en un rincón, observando sin preguntar.
La peonza había girado, y su lado del mundo, ya no se correspondía con el anterior.
A veces las peonzas también giran en la dirección correcta...:)
ResponderEliminarBesos!
Si... pero siempre se paran.
ResponderEliminarLos cambios muchas veces, mayormente son para bien. ;)
ResponderEliminarBesines!!!
Si, cambios cambios cambios! he sacado en conclusión que todo pasa por algo :)
ResponderEliminarQué texto más musical. Voy a quedarme a cotillear un poquito por tu blog. Me gusta ^^
ResponderEliminarGracias Lorena! :)
ResponderEliminarTu blog tb está genial!
Hay que dejar de tener miedo a los cambios, sean para bien o para mal... el caso es no detenerse nunca. Un beso.
ResponderEliminarSi! me voy a aplicar el cuento! voy a dejarme llevar por los cambios y dejar de quejarme por una vez!
ResponderEliminarUn besazo