"Siempre se llega a alguna parte si se camina lo bastante"
(Alicia en el pais de las maravillas)


27/11/21

Entre bambalinas

 El corazón le latía acompasadamente. Nunca había sido capaz de oirlo. 

Acompañaba el tintineo de las cuerdas de su alma con las tortas que le iba dando la vida. Y es que aunque danzaba con la música, a veces le resultaba frustrante tener la obligación de moverse como el resto le decía. 

Entre bambalinas se sentía ella, pura, vívida, amante de muchos y dueña de ninguno. Pero las cosas cambiaban cuando tocaba enfrentarse al público final. Ahí, en la escena final, su cuerpo se petrificaba y dejaba de sentir el ritmo de la vida. Los ojos de la muchedumbre colmaban su cuerpo de miles de heridas incapaces de sanar. Heridas que llevaba tatuadas de pies a cabeza, en los más íntimos rincones. 

Las luces, la música, el humo, la decadencia que invadía el ambiente, la hacían moverse como una sigilosa gacela que no es consciente de la presencia del león. Libre. Allí era ella, pero a su vez no lo era. Y es que la incoherencia es parte de lo que sí lo es, el mundo es una dicotomía.

E incapaz de dejar el control a un lado, e incapaz de darle un espacio a la improvisación, vivía al ritmo de algo que ni tan siquiera ya sabía. Porque no sentía. Porque no experimentaba. Aunque esa fuera una de las misiones de su vida. 

Porque sólo se sentía plena en el maldito escenario, pero cuando los focos no la hacían sobresalir del resto. Porque su gran zona de confort era la oscuridad, porque allí sentía que podía ser ella, porque allí sabía que podía pasar desapercibida, porque le daba tanto miedo brillar que ni la purpurina la envalentonaría. 

Y en el show final, y en el orgasmo álgido de la música, ahí mismo, cayó la máscara. Y ahí mismo cumplió la misión que su alma vino a cumplir. Y deslumbró, deslumbró tanto que se llevó el último aliento de todos los que las rodeaban.