Pero...no tengo nada que decir.

El tiempo se escapa entre las manos, que acaban por oler a desván enterrado.

Las mariposas comienzan a emigrar a través de las costillas. Cogiendo impulso para alzar su vuelo. Desapareciendo en el horizonte.

Y mientras tanto, todo sigue su curso.

Las relaciones humanas son realmente extrañas, graduales, egoístas.

Impulsamos lejos de nuestra vida a aquellos que no toleramos, sin ni siquiera dar una explicación, y normalmente, sin saber por qué. Vamos dejando atrás noches etílicas, sumergidas en luces de colores, y las sustituimos por largas tardes de pacharán.

A veces caigo en la cuenta de la magnífica capacidad que tiene el tiempo para hacernos desaparecer. Porque sí, desaparecemos, nos consumimos para dar a luz a otra persona al amanecer.

Y es curioso, supongo que por ello los amantes se muerden entre sábanas, por el miedo a no encontrarse cuando el sol se coma a la noche.

Hay días en los que el alrededor me provoca rechazo, no por nada en particular, simplemente, el gato se me come la lengua, y supongo, que en ocasiones, es mejor así.