Ha caido de la cama a las 8 de la mañana.
La nevera vacía, y el teléfono descolgado. Embriagada de placer.
Arrastrándose hacia el sofá a gatas. Maldita resaca.
El ambiente sabe a humo y el pelo huele a Wisky.
Ibuprofeno 650gr. En vena.
Incluso el ruido de su propia respiración le produce dolor de cabeza. Se plantea dejar de inhalar aire, pero cae en la cuenta de la idea tan estúpida que acaba de pasar por su mente.
Se vuelve a dormir entre cojines de plumas y noches fosforescentes. Se hunde en sí misma.
La respiración en su cuello la despierta, anodada, le mira fijamente. Nunca le obligó a devolverle sus llaves.
La puerta entreabierta.
Otro en la cama.
Ella en sus brazos, en agua fría.
Sobredosis de sentimientos.
Le grita.
Y entonces se da cuenta, que nunca nada, volverá a ser lo mismo.
Probablemente, todo sea mejor así.
Hoy, he despertado de una resaca.
Resaca de tristeza que me corroía las tripas.
Al menos necesitaba un día de pijama, tirada en el sofá como si nada.
Pensando, y equilibrando la balanza, haciendome consciente, de que aún me queda demasiado mundo por descubrir.
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