Recorro las calles abrumada por la marabunta navideña concentrada en las compras navideñas.
Observando fijamente cada sensación que se produce a mi alrededor. Me pregunto por qué degusto tanto estos momentos de soledad, no niego, que indudablemente, aveces desearía ir cogida de un brazo que me paseara por encima de las cabezas de todos, pero, siempre fuí algo reacia a las relaciones personales. Supongo que el hecho de vivir en mi mundo, absorta a los demás debido a mi pasado tortuosamente cruel para una niña, corrobora la independencia con la que siempre me definen.
Soy algo escéptica (me encanta esa palabra) a todo lo que rodea a una relación seria, por ello, suelo basar mi vida "amorosa" en canciones de amantes pasajeros que pasan por mi cama cada noche, y que finalmente, acaban marchándose al amanecer sin dejar huella. Realmente lo prefiero, ya que siempre que establezco lazos demasiado fuertes acabo por dejar de ser yo, negando a mi independencia un hueco en mi vida, o simplemente, haciéndole demasiado hasta el punto de herir mortalmente.
Llevo tara de fábrica, me concibieron sólo para mi otra única persona. La mitad de la caja que encaja perfectamente será aquella que se vuelva loca con la propia unión. Al igual que yo.
En algún lugar sé que está, del mismo modo, que sé que vendra, y en el momento que sienta su olor y palpe su sabor, sabré quien es.
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