El gusanillo de la picardía me pica amenudo, produciendome úlceras de placer intenso, haciendome rascar hasta la saciedad y explotando hasta el límite el más pequeño àpice de memoria que aún conservo.
Mi mente acaba debatiendose entre cosas realmente absurdas, planteandome vanas decisiones que ya ni siquiera están en mi mano. Volaron hace tiempo. Pero de las que aún así sigo intentando recordar por qué surgieron y, finalmente, por qué acabaron desapareciendo.
Me molesta que las palabras se peguen a mí como el bochornoso calor de las noches de septiembre, palabras que ni tan siquiera con una ducha fría se van por las tuberías, permanecen ahí agarradas a todos los órganos de mi cuerpo como garrapatas. Dejandome exhausta, sin nada que recorra mi cuerpo, el cual se dedica a almacenar todo el agua que aún lucha por seguir nadando por los canales internos.
Siempre dije que los mecanismos de defensa estaban anticuados, no se puede defender un palacio a base de cubos de aceite caliente y flechas que atraviesan corazones. La estrategia es mi don y a ella me dedico cada vez que mi intuición dá señales de mal augurio.
Un dia de estos, como tantos otros, despertaré bañada en sudor después de una noche en vela y seré capaz de asemejar que realidad no hay sólo una, sino varias, aunque seamos nosotros los que decidamos la que verdaderamente deseamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario