Si miraba de reojo a través de la puerta no significaba que no entendiese lo que estaba ocurriendo entre aquellas paredes. Era una persona con magia, siempre me gusto definirlo así. Consciente de su alrededor, y sobre todo, amante de aquellas cosas que no lograba comprender.
Nunca tuvo muchos amigos, pero saludaba entre aceras a todo aquel que se cruzaba.
Traspasaba con la mirada, y observaba las conversaciones, apuntando en algunas ocasiones alguna que otra palabra, aún así, charlaba por los codos de cualquier tema.
Entendía que el mundo no estaba echo a su medida, pero no por ello se desanimaba, paradogicamente, conseguía darle fuerza; le gustaba ser diferente.
Adoptaba el enamoramiento como forma de vida, había interiorizado a cada ser tan dentro de sí que cambiaba constantemente de personalidad; la bipolaridad era su fuerte.
Y un día, y un año, y varios más, seguía siendo así.
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