Se cansaba del letargo de su vida.
Era algo predispuesto, totalmente asignado.
Sabía fehacientemente cual seria su futuro, cada paso, cada surco.
Aún así se negaba a darse por vencida, y doblaba cada tercio de cerveza de un solo trago.
No era tímida, nunca pudo, pero tampoco convencida de esa facilidad que otros tenían.
Enfrentaba cada palmo, con cojones, a la vida, sin miedo ni temores, siempre sola, decía.
Hay que plantarle cara, cada día, sacar el sudor de los poros, sudando felonía.
Y sino, siempre quedará parís.
Incluso para los que no hemos pisado la ciudad de las luces. (De todas formas y con la que se está montando con los franceses últimamente, casi me espero a otro año.)
ResponderEliminarRecomiendo la ciudad sin duda, en cambio, no lo hago con la población...
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