El amor instintivo.
Nadie marca un cómo ni un por qué. Ninguna instigación hacia el cambio se muestra exitosa sobre nuestros sentimientos.
Y aunque nos engañemos, demasiadas veces, sabemos, profundamente, qué es aquello que nos incita al placer.
Esa constante lucha entre querer y no poder. Esa maldita conciencia racional que nos arrastra al mundo "moral" y a la norma prestablecida.
Pecamos de fieles, cuando realmente deseamos con fuerza llevar a cabo aventuras pasionales al margen de nuestra vida real. Padecemos de ser personas de buena fe, atados por el buen gusto y las apariencias, aunque añoremos esos años locos que nunca tuvimos.
El tránsito de personas a lo largo del transcurso de nuestra vida implica un etiquetaje inconsciente, desde buenos amantes, a verdaderas parejas. Y siempre, incluso por mucho que el tiempo avance, recordaremos a tales por esos adjetivos que en su día les asignamos.
Hay días y días, y tengo que decir, que la melancolía me atrapa en múltiples de estos, tomando diversas formas cada vez que lo consigue. Supongo que a estas horas de la madrugada me quedo con una ración de amantes irracionales, complejos, a los que nunca llegué a vislumbrar del todo (aunque alguno que otro si que me provocó varios dolores de cabeza).
Hoy, le tocó el turno a la complejidad. Que se fue por el mismo camino de donde vino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario